A pesar que la mayoría de gente considera que no vale la pena visitar Milán, nosotros pasamos unos días muy divertidos e intensos allí. Visitamos esta ciudad, la capital de la región italiana de Lombardía, con motivo de la Exposición Universal de 2015, un evento dedicado a la alimentación del que nos interesaba principalmente la arquitectura de los pabellones de los países participantes.
Además, aprovechamos uno de los días para recorrer el Lago de Como, el más pequeño de los tres grandes lagos ubicados al norte de Milán. ¿Quieres saber qué ver y hacer en una escapada de 3 días a esta zona del norte de Italia?
MILÁN
Para llegar a Milán desde Valencia tomamos un vuelo a Bérgamo. Allí alquilamos un coche y condujimos los poco más de 50 km que separan este aeropuerto de Milán. Conducir o intentar aparcar por el centro de Milán resulta casi imposible, así que la opción que elegimos fue dejar el coche en las afueras y movernos a pie o en transporte público. Como habíamos reservado un Airbnb en un barrio exterior llamado Primaticcio, no tuvimos problemas para aparcar.
Nada más dejar las cosas en el piso nos fuimos hacia el centro de la ciudad; estábamos deseando disfrutar de una de las plazas más espectaculares de Italia. La Piazza del Doumo tiene forma rectangular y está perfectamente alineada con los puntos cardinales. El suelo está decorado con un precioso pavimento, que forma un mosaico cuadrado justo enfrente de la impresionante Catedral de Milán, de estilo gótico y cuya construcción duró casi 600 años. La catedral, ubicada en el flanco este de la plaza, está vigilada por una estatua de Vittorio Emanuele II, el primer rey de Italia, que además da nombre a la maravillosa galería que surge en la parte norte de la plaza.
Antes de adentrarnos en la galería entramos al Duomo, del que nos había impresionado su fachada simétrica detalladamente decorada. Su enorme interior, lleno de pilares de gran altura, nos pareció algo oscuro, pero aún así, hay un motivo por el que nadie debería perderse esa visita, el acceso a las terrazas panorámicas de la Catedral. Un punto de vista necesario de la ciudad de Milán, desde donde se puede observar la plaza completa, así como la magnífica fachada norte de la misma, y los cientos de figuras que decoran la parte más alta del templo, a modo de bosque de pináculos, chapiteles y cresterías.
Asimismo, nuestra visita coincidió con una exposición de esculturas de Toni Cragg (también encontramos alguna en nuestra ciudad, en Valencia), con motivo de la Expo 2015, las cuales le daban un aire muy ecléctico al espacio.
Bajamos de allí maravillados y deseosos de cruzar la línea que nos separaba de la Galleria Vittorio Emanuele II. Nada más pasar el umbral quedamos conmovidos por la altura y la belleza del pasaje, construido a finales del siglo XIX. Caminamos entre tiendas, hoteles y restaurantes de lujo hasta llegar al centro de la galería, un punto en el que es obligado detenerse y observar la cúpula desde abajo. Mientras nos dejábamos el cuello mirando hacia arriba, detectamos una heladería entre tiendas de moda y no nos pensamos ni un segundo el acercarnos a Savini Milano y probar esos helados que tenían tan buena pinta.
Continuamos caminando por la galería hasta llegar a una pequeña plaza que veíamos al fondo. Allí, rodeando el Monumento a Leonardo da Vinci, pudimos ver algunos de los edificios más importantes de Milán. Por un lado el Palazzo Marino, a continuación la Gallerie d'Italia y por último uno de los teatros de ópera más famosos del mundo, el Teatro alla Scala, que da nombre a la plaza. Visitamos el interior de este mítico edificio, y nos quedamos impresionados viendo los cotizados palcos que rodean el escenario.
Tras esta visita decidimos caminar hacia el Castillo Sforzesco, un enorme complejo defensivo lleno de edificios, lagos y jardines por los que paseamos relajadamente, viendo algunas exposiciones temporales y disfrutando de un entorno muy cuidado. Nos pareció uno de los lugares más bonitos de Milán. Allí también pudimos rodear el Arco della Pace, un arco de triunfo que en el pasado formaba parte de una de las puertas de la ciudad.
No muy lejos de allí, en la Piazza Castello, encontramos uno de los mejores lugares donde comer en Milán. En un pequeño quiosco llamado Squadre Calcio comimos unos bocadillos exquisitos, curiosamente nombrados como equipos de fútbol. Un lugar sin excesivas pretensiones y con precios muy asequibles.
Lo siguiente que queríamos visitar lo teníamos planificado desde tiempo atrás, ya que es una de las obras de arte más famosas del mundo. "La última cena", de Leonardo da Vinci, está en un edificio anexo a la iglesia Santa Maria delle Grazie, en el Cenacolo Vinciano. Compramos las entradas por teléfono meses antes para evitar colas y problemas, así que fue muy rápido el proceso de entrada. Nos pareció muy emocionante contemplar una da las pinturas más analizadas y nombradas de la historia. Un verdadero imprescindible en Milán.
Para acabar el día nos dirigimos a uno de los restaurantes que más nos gustaron en Milán, el Nerino Dieci, una trattoria donde comimos muy a gusto platos de pasta muy bien cocinados y unos postres exquisitos, en un ambiente relajado y muy cuidado. Pero antes de llegar nos sorprendió la plaza del edificio de la bolsa, que no formaba parte de nuestra ruta. El motivo fue la escultura L.O.V.E. (Libertà, Odio, Vendetta, Eternità), de un dedo que se muestra retador frente a los edificios financieros más importantes de la ciudad. Muy curiosa la obra de Maurizio Cattelan, supuestamente pensada como protesta contra la época fascista italiana.
A mitad camino entre el restaurante y la escultura encontramos la Iglesia de Santa Maria presso San Satiro, un pequeño templo que nadie debería perderse, debido al trampantojo conocido como "falso coro", de Donato Bramante. Es una pintura en perspectiva que da la impresión que el interior de la iglesia es mucho más profundo que lo que es en realidad. Una verdadera obra maestra.
El día siguiente lo pasamos casi por completo en la Expo 2015, donde disfrutamos de la visita de una sucesión de pabellones internacionales, cada uno de ellos con una arquitectura muy peculiar. El lema de ese año fue "Alimentar el planeta, energía para la vida", por lo que cada país trataba temas como el cambio en la alimentación humana a lo largo de los años, haciendo incluso predicciones o exponiendo una amplia y variada carta de insectos como alimento del futuro. Otros mostraban técnicas innovadoras para la agricultura y la bio-diversidad, o también se focalizaban en la educación nutricional.
Arquitectónicamente hablando, pabellones como el de Brasil, el de Chile, el de Slow Food, del estudio de arquitectura Herzog y de Meuron, el de Japón, el de Reino Unido, nombrado como el mejor de la exposición, el de Marruecos, el de Emiratos Árabes, de Norman Foster, el de Rusia, el de España o el pabellón para Vanke, de Daniel Libeskind, fueron los que más nos fascinaron. Fue un día muy interesante, pese a la lluvia que no paró de caer, y que nos hizo volver al apartamento cansados y con los pies completamente empapados.
Pero no iba a resultarnos tan sencillo descansar y relajarnos. Antes íbamos a vivir una de las experiencias más extrañas de todos nuestros viajes. Al llegar al rellano de la casa tratamos de abrir la puerta de entrada, sin éxito. Pudimos oír claramente voces que venían del interior así que nos presentamos, con la puerta de por medio, como huéspedes de esa casa. Este acto no sirvió de nada, así que llamamos al casero, que se presentó en pocos minutos y también intentó abrir, también sin conseguirlo. Nos comentó que había dos chicas en la otra habitación de la casa, así que estuvo llamándolas para saber si se habían dejado las llaves puestas, pero no obtuvo respuesta. De repente, una pareja de policías subió por las escaleras con prisa y se paró frente a la puerta.
Nos preguntamos qué estaba ocurriendo allí. Al parecer, habían recibido una llamada indicando que alguien estaba intentando robar en ese piso. Los policías llamaron con bastante más ímpetu a la puerta y, finalmente, las dos chicas abrieron avergonzadas. No se habían informado que el Airbnb que habían contratado era compartido con más gente y pensaban que nosotros estábamos tratando de robar la casa. No las volvimos a ver en las dos noches siguientes. Por suerte, todo quedó en una anécdota y pudimos ducharnos y salir a continuar nuestra visita por Milán.
Nuestro siguiente destino era el Naviglio Grande, un canal rodeado de restaurantes y pubs, con mucho ambiente nocturno. Allí cerca visitamos el Museo del Design 1880 - 1980, repleto de mobiliario de los mejores arquitectos y diseñadores de la historia, muy similar al que visitamos en nuestro viaje a Oslo. Allí estuvimos un buen rato, ya que Anna estaba disfrutando de lo lindo, antes de buscar un lugar donde cenar cerca del Naviglio. Y lo encontramos en una pizzería llamada La Tradizionale. Era un lugar con una decoración muy clásica en el que las pizzas, hechas en horno de leña, estaban para chuparse los dedos. Tomamos algo en un pub de la zona y volvimos al apartamento cansados tras un día de emociones fuertes.
LAGO DE COMO
Nuestro último día en Lombardía lo queríamos dedicar a hacer una excursión desde Milán y creímos que la mejor opción era recorrer en coche el Lago de Como, uno de los lagos más bonitos del norte de Italia. Comenzamos la ruta en la ciudad más importante de la zona, Como. Paseamos por su agradable centro histórico, pero siempre con el lago en la mente. Nada más llegamos a la orilla, vimos la escultura "Life Electric", del célebre arquitecto Daniel Libeskind. Recorrimos la pasarela que conecta la ciudad con la escultura de espejos, que reflejan los colores del lago, los edificios de Como y el cielo, creando un efecto hipnotizante.
Volvimos a subirnos al coche para continuar nuestra ruta por el margen oeste del lago, parándonos continuamente a admirar las espectaculares vistas o las opulentas mansiones que rodean al lago. Tras muchos pequeños pueblecitos llegamos a Tremezzo, donde nos detuvimos a visitar Villa Carlotta, una impresionante villa repleta de obras de arte y con un extenso jardín botánico por el que ya valió la pena la parada. Además, las vistas al otro lado del lago eran también privilegiadas.
Tomamos un ferry que nos cruzó a Bellagio, un encantador pueblo lleno de callejones y escaleras, justo en la intersección entre las tres ramas del Lago de Como. Allí paramos a comer, antes de continuar la ruta panorámica circular por el lado opuesto del lago, abandonando poco a poco las vistas a las primeras montañas de los Alpes, para, tras cruzar Como nuevamente, tomar dirección a Milán y preparar nuestro regreso a Valencia.
Por los comentarios que habíamos oído, no esperábamos gran cosa de Milán, sin embargo, lo pasamos muy bien allí y no tuvimos ni un minuto para aburrirnos. Posiblemente no sea la ciudad más monumental de Italia, pero eso no quita para que valga la pena hacer una escapada de 2 ó 3 días a la capital de Lombardía.
A continuación dejamos un mapa con las mejores cosas que ver y hacer en Milán y el Lago de Como:
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