En una de las visitas a China por trabajo, en el vuelo de vuelta tenía una escala de 8 horas en Hong Kong, así que decidí aprovecharla para conocer la ciudad junto a mi compañero y amigo Fernando, que me acompañaba en ese viaje, e hizo de guía ese día. Él es un gran conocedor del sudeste asiático, y autor del blog sobre Asia: "Guangzhou, mi casa".
Nuestro vuelo desde Ningbo llegó puntual al aeropuerto situado en la isla Chek Lap Kok. Fue el aterrizaje allí lo primero que me impresionó, ya que al estar la pista de aterrizaje tan cerca del mar, desde el avión parece que vayas a caer directamente sobre el agua.
Respecto al aeropuerto, todo lo que se puede decir es bueno. Es uno de los mejores aeropuertos que he visitado. La limpieza y organización es excelente. La gestión para obtener el visado es muy rápida, gracias a que el control es mucho menor que en China, país del que Hong Kong forma parte, pero disfrutando de un conjunto de beneficios derivados de su pasado colonial. Por si fuera poco, la parada del Airport Express para llegar a cualquier punto de la ciudad está dentro del mismo aeropuerto, con muy fácil acceso.
LAN KWAI FONG
Nos bajamos en la parada de Hong Kong Station tras sólo 24 minutos de trayecto. Poco después de salir de la estación ya me di cuenta de las grandes diferencias entre esta ciudad y el resto de grandes urbes de China que he visitado. Además de la conducción por el lado contrario de la calzada, habitual en las antiguas colonias británicas, se puede observar un aire mucho más occidental tanto en la arquitectura, como en la organización de la ciudad e incluso la forma de vestir de sus habitantes.
Lo primero que hicimos, aprovechando que todavía era de día, fue dirigirnos al animado barrio Lan Kwai Fong, repleto de pubs y con un ambiente de rugby más propio de cualquier ciudad que acoge un partido del 6 Naciones.
Al ver algunos carteles nos dimos cuenta que el torneo Hong Kong Rugby Sevens estaba próximo a celebrarse, lo que explica que la zona estuviera repleta de extranjeros ataviados con sus polos de rugby. El azar nos lleva a uno de esos pubs, el Gurkha Bar, donde tomamos una cerveza observando el ajetreo que nos rodeaba.
KOWLOON
Continuamos dando una vuelta por los alrededores de la estación, en una zona con edificios de uso principalmente financiero, y nos dirigimos al Star Ferry Pier, donde tomamos un barco que nos llevó al otro lado de Victoria Harbour. Este trayecto es realmente muy económico y es una de las mejores cosas que se pueden hacer en Hong Kong, especialmente por la noche, debido a las vistas que se pueden disfrutar conforme la embarcación se va alejando de la bahía iluminada por la interminable hilera de rascacielos que se asoman al agua.
Una vez al otro lado, de nuevo nos sentimos empequeñecidos por la increíble estampa de los rascacielos iluminados, reflejando cientos de colores diferentes sobre el agua que acabamos de cruzar. Casi no nos dimos cuenta, pero estábamos justo delante del Centro Cultural de Hong Kong, una instalación multiusos inaugurada en 1989 por los Príncipes de Gales (Diana y Carlos). Proyectado por el propio gobierno local, destaca por sus formas geométricas que rompen con la estética del resto de edificios de su alrededor.
No muy lejos de allí se encuentra el lujoso hotel The Peninsula Hong Kong, un edificio de estilo colonial en el que, por suerte, no es necesario tener una habitación reservada para disfrutar de su interior. El truco es dirigirse al exclusivo Rooftop Bar en el último piso del hotel. Allí no podíamos permitirnos cenar, pero si que pudimos tomar una cerveza local, de la Hong Kong Beer Co., observando de nuevo la hermosa panorámica de la bahía.
Lamentablemente la niebla nos impidió completar el día con una visita al Gran Buda, otro de los puntos de interés de la ciudad, así que esto tendrá que esperar a la siguiente escala larga en este magnifico aeropuerto. Por ello decidimos tomar el ferry de regreso y hacer algunas compras en un mercadillo cercano a la estación del Aiport Express, antes de regresar al aeropuerto y, por fin, tomar el vuelo de regreso a casa.
Desde luego, 8 horas son pocas para conocer en profundidad una ciudad, sin embargo la excelente idea de salir del aeropuerto durante este periodo de espera hizo que el tiempo pasara volando mientras conocía un lugar nuevo, algo a lo que nunca se debe decir que no, especialmente cuando se cuenta con un guía como el que tenía.
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