Visitar la isla de La Graciosa es una de las mejores actividades que se pueden hacer si uno viaja a Lanzarote, una de las islas más bonitas de las Islas Canarias. Se puede recorrer en bicicleta, andando o en jeep. De hecho, estos tres son los únicos medios disponibles para conocer esta pequeña isla del archipiélago Chinijo, cuyos caminos no están ni siquiera asfaltados.
La Graciosa tiene tan solo 750 habitantes, repartidos en dos localidades, llamadas Caleta de Sebo, donde se concentra el mayor volumen de población, y Pedro Barba. Está separada de Lanzarote por un estrecho llamado El Río, con una distancia mínima entre orillas inferior a 1.200 metros. Hasta junio de 2018 no dejó de ser considerada un islote para pasar a ser la octava isla de las Canarias.
Si por algún motivo no hay tiempo para visitarla, al menos hay que contemplarla desde una de las ubicaciones que más nos impactó en nuestra estancia en Lanzarote. Hablamos del Mirador del Río, del arquitecto local César Manrique. Desde este privilegiado punto tuvimos una vista completa indescriptible de La Graciosa, pudiendo distinguir toda su orografía y disfrutar de lo poco desgastada que está por el rastro que dejan las personas.
CÓMO LLEGAR
Para llegar a esta isla hay que tomar el ferry en Órzola, al norte de Lanzarote. El recorrido dura únicamente 30 minutos y no se puede llevar el coche en el barco. En nuestro caso, decidimos ser muy madrugadores, y tomamos el ferry de las 8:30 de la mañana. Esto resultó ser una muy buena idea, ya que pudimos hacer toda la ruta en bici prácticamente solos.
También tuvimos suerte con la temperatura (incluso nos cayeron algunas gotas de lluvia), principalmente porque nuestra visita a Lanzarote se produjo a finales de octubre, de manera que el calor no era un problema. Creemos que realizar esta actividad en pleno verano hubiera sido menos agradable, debido a las altas temperaturas y a la ausencia de sombras en las que refugiarse en todo el recorrido.
ALQUILER DE BICIS
Una vez en Caleta de Sebo, la principal población de la isla, no es necesario un gran esfuerzo para encontrar un lugar donde alquilar mountain bikes e informarse sobre la ruta a realizar. Nosotros no nos habíamos informado previamente, así que dimos un pequeño paseo por el pueblo hasta que una de las casas donde alquilaban bicicletas nos dio buena impresión. Se llamaba Rent a Bike El Archipielago Chinijo.
Las bicis estaban perfectamente preparadas para el terreno por el que transita la ruta, e iban equipadas con ruedas de un grosor lo suficientemente grande y de una suspensión cómoda como para absorber sin problemas los baches y desniveles del terreno. Además, nos dieron unas breves indicaciones con los puntos de mayor interés y un teléfono de contacto para cualquier incidencia.
LA RUTA
Tardamos menos de 3 horas en recorrer los casi 20 km de ruta, incluyendo el tiempo que estuvimos parados. Durante ese tiempo pudimos disfrutar de los tranquilos paisajes de la isla, y hacer algunas paradas en los puntos que más nos iban llamando la atención, como por ejemplo la playa de las Conchas, la playa del Ámbar o el pequeñísimo pueblo Pedro Barba.
Nosotros decidimos hacer la ruta circular en el sentido de las agujas del reloj, ya que parecía más sencilla de esta manera. La primera mitad discurre por un camino de tierra con algunos baches y pequeñas subidas y bajadas que no resultan excesivamente exigentes.
A lo largo del camino van apareciendo puestos donde se puede dejar la bicicleta apoyada para acercarse a la orilla y contemplar el entorno. En el primero de ellos con el que nos topamos decidimos hacer una pausa, y caminar los escasos 200 metros que nos separaban del Océano Atlántico, en una zona llamada Los Resbalajes. Era sólo un aperitivo para lo que nos esperaba después.
Solamente por la siguiente parada, en la playa de las Conchas, ya mereció la pena acercarse a La Graciosa. Es una playa de arena fina y aguas cristalinas en la que, si tienes la suerte de llegar en un momento tranquilo y estar a solas, tienes una sensación de libertad que da gusto experimentar en un lugar paradisíaco como éste. Además, la posición de esta playa en la costa noroeste de la isla permite divisar las inhabitadas islas de Montaña Blanca y La Alegranza. Un marco incomparable.
En la segunda parte del recorrido, el camino corta la ladera de dos volcanes, desde donde disfrutamos de vistas de la costa norte de Lanzarote y de Caleta de Sebo. Esta última zona es la más complicada, debido al aumento de la cantidad de baches en la carretera, por lo que se hace un poco menos ligera. Pero antes es recomendable hacer algunas paradas para conocer la playa del Ámbar, el Museo al aire libre Los Arcos y la aldea Pedro Barba.
Cuando pasamos por allí parecía como si Pedro Barba fuera un pueblo fantasma, un lugar en el que desde hace mucho tiempo no ha habido intervención humana. Quizá estamos demasiado acostumbrados al olor del asfalto y al ruido de los coches, y este paisaje, muy poco influenciado por las personas y con un ligero aire lunar, aún nos cautivó y sorprendió más.
Antes o después de iniciar la ruta, es recomendable perderse por las calles de Caleta de Sebo, un lugar con un encanto especial en el que parece que se ha parado el tiempo. Descubrir sus recónditos callejones y sus casas e iglesias pintadas de blanco fue un verdadero placer.
Como balance general, esta experiencia nos dejó un gran sabor de boca, por la posibilidad de hacer deporte en un entorno inigualable y conocer este pequeño rincón de España de una forma diferente. Qué mejor manera de terminar la jornada que tomando una cerveza al sol en uno de los bares del puerto de Caleta de Sebo, con las mesas directamente ubicadas sobre la arena de la playa, mientras esperas al ferry de vuelta a Órzola.
Aunque la ruta no tiene pérdida, nosotros siempre preferimos llevarla en el GPS, por lo que aquí te dejamos nuestro track por si te sirve de ayuda:
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